El auge de los fármacos inyectables para bajar de peso se ha convertido en un suceso que sacude la percepción sobre la imagen corporal. Gente famosa y personas de todos los ámbitos están apostando por estos tratamientos, tentadas por la posibilidad de reducir medidas rápidamente. Este panorama relega a un segundo plano la conversación sobre aceptación física, desdibujando buena parte de los esfuerzos que se habían dedicado a la inclusión de diferentes figuras en medios y plataformas.
Tal y como reseñó El País, la semaglutida se ha vuelto tendencia, sobre todo en su presentación más famosa. Aunque originalmente se ideó para la diabetes tipo 2, su efecto saciante disparó el uso como recurso para adelgazar sin quirófano. Las redes sociales se han abarrotado de historias que hablan de resultados “mágicos”, a la par que las farmacias reportaron escasez del producto en varios lugares. El debate está encendido: hay quienes defienden su utilidad para ciertos casos médicos, mientras otros temen que sea otro capítulo de la obsesión por la delgadez.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que la obesidad se ha triplicado en las últimas décadas, lo que motiva a buscar vías menos invasivas para alcanzar un peso saludable. Sin embargo, el revuelo que desatan estos fármacos eclipsa el discurso de empoderamiento corporal, que tanto había ganado tracción con figuras públicas apostando por la diversidad de tallas. Se siente una gran diferencia en comparación con lo que se aplaudía hace unos años, cuando se valoraba la pluralidad de curvas y se promovía el amor propio como eje de bienestar.
Varios especialistas plantean que el uso indiscriminado de estas inyecciones aporta más dudas que respuestas. Desde reacciones indeseadas hasta carencias nutricionales, hay una lista de precauciones que no debe ignorarse. Algunas celebridades han señalado cambios en su rutina y alimentación, sin reconocer abiertamente la intervención de estos medicamentos, lo que crea un clima de misterio alrededor de sus espectaculares transformaciones. Para la psiquis colectiva, esta ambigüedad genera una tensión: ¿abrazar la individualidad o rendirse ante el ideal de la talla perfecta?
Si uno se fija en cómo estos temas se han vuelto virales, queda claro que la controversia sigue pivotando sobre los cuerpos femeninos. Al final del día, la presión recae sobre las mujeres, juzgadas ya sea por optar por una solución rápida o por “dejarse llevar” y no encajar en los moldes que la sociedad considera adecuados. El amor propio cede terreno ante la posibilidad de resultados inmediatos, y vale preguntarse si el discurso de la self-love era está siendo sustituido por la self-injection era, como bautizan en foros y redes.
No son pocos los que invitan a sopesar las consecuencias. Bien lo indica la FDA, organismo que en 2021 aprobó una presentación más potente de semaglutida para la pérdida de peso: cada vez que aparece una pastillita o inyección nueva, florece el entusiasmo y, junto con él, la tentación de usarlo sin criterio. Por eso, algunas voces proponen un equilibrio: combinar la ayuda médica donde sea estrictamente necesaria con un enfoque que valore la salud mental y la diversidad de tallas. Al fin y al cabo, un cambio corporal no lo es todo; lo verdaderamente transformador es la relación armoniosa que cada quien establezca con su cuerpo.