Un cúmulo de cables tirados y tubos retorcidos convirtió, ayer lunes, el puente Francisco del Rosario Sánchez mejor conocido como el puente de la 17 en un completo tapón. Varios postes del tendido eléctrico cedieron sobre la vía mientras cuadrillas del Ministerio de Obras Públicas intervenían la estructura, obligando a detener el paso en hora pico y llevando la paciencia de los conductores al límite. Hasta el cierre de esta nota no se habían reportado heridos, pero sí kilómetros de vehículos varados a ambos lados del Ozama.
El percance llega justo cuando el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) ejecuta un plan de tres etapas que abarca limpieza profunda de la armadura metálica, escaneo integral y reforzamiento o sustitución de piezas críticas labor descrita por la propia Dirección de Mantenimiento de Puentes como “una cirugía mayor” para una infraestructura levantada en 1974 y con décadas de óxido a cuestas.
Aun así, la calle opina distinto. “Se pasan el día entero ahí en la sombra, haciendo nada”, soltó Daniel Ríos, chofer de carro público, reflejando la desconfianza que crece entre moradores de Los Guandules y Villa Duarte, quienes denuncian reparaciones “a media máquina” y temen un colapso mayor.
De hecho, el grado de deterioro no es cuento. En abril, la contratista Pinsa tuvo que desmontar una viga transversal “totalmente podrida” en la cabecera norte y reemplazarla de emergencia, un indicio claro de que las fallas estructurales van mucho más allá de baches en la losa.
Mientras tanto, la presión social aprieta. La Coordinadora de Organizaciones Barriales Don Bosco exige dejar de “parchar” y construir un puente nuevo, argumentando que la simple rehabilitación solo pospone la tragedia y mantiene en riesgo a unas 39 comunidades que dependen a diario de esa conexión entre Santo Domingo Este y el Distrito Nacional.
Más allá del susto de los postes, el incidente deja al desnudo dos verdades primero, la fragilidad de la red eléctrica que corre sobre el viaducto; y segundo, la urgencia de coordinar con EdeEste y las empresas de cableado para retirar o soterrar líneas antes de que una eventual crecida del Ozama o la próxima tormenta tropical conviertan el puente en un látigo de alta tensión. Con la temporada ciclónica recién estrenada, las autoridades no pueden darse el lujo de esperar otro desplome para reforzar tanto la estructura metálica como la selva de cables que la cubre.