El Consejo Presidencial de Transición de Haití acaba de sacar la carta más dura de su mazo: un “presupuesto de guerra” de apenas 275 mil dólares con el que busca, a la brava, contener la ola de terror que imponen las pandillas en casi todo el país.
Según la agencia AP, casi el 40 % de esos fondos irá directo a la Policía Nacional y al maltrecho Ejército, con otro 20 % reservado para sellar la frontera con la República Dominicana. El resto se repartirá entre programas sociales de emergencia—salud, educación y asistencia humanitaria—con la esperanza de calmar, aunque sea un poco, el fuego social que aviva la violencia.
¿Suficiente dinero… o un curita en una hemorragia?
Para muchos analistas, la cifra es simbólica frente al control que ejercen las bandas armadas sobre el 85 % de Puerto Príncipe y, más recientemente, sobre los pueblos de Mirebalais y Saut‑d’Eau. En esos ataques, ocurridos entre el 30 de marzo y el 3 de abril, las pandillas incendiaron la comisaría local, liberaron a 533 reclusos y provocaron al menos 60 muertes, incluidos civiles y miembros de los propios grupos criminales, según un reporte de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos.
Del lado dominicano, las autoridades miran con recelo porque parte del presupuesto haitiano apunta a reforzar la línea limítrofe. Una fuente militar en Dajabón confió que ya se estudian refuerzos adicionales, pues cualquier desborde al Este podría poner de cabeza la temporada alta de Semana Santa, cuando el flujo de viajeros internos se dispara.
El peso de la misión keniana y la falta de recursos
Mientras tanto, la misión multinacional encabezada por la policía de Kenia—respaldada por la ONU—sigue operando con lo justo. La muerte de un oficial keniano a inicios de mes dejó en evidencia los riesgos de una fuerza que todavía no supera los 700 efectivos sobre el terreno, muy por debajo de los 2 500 prometidos.
A todo esto, voces de la sociedad civil haitiana acusan al gobierno de moverse tarde y de forma reactiva. En el Centro‑Ouest se registran ya 75 fallecidos, entre ellos dos monjas y un agente élite de la UTAG, mientras cientos de familias huyen rumbo al norte, reseña el Haitian Times.
