Bajo un sol que rozó los 30 °C, decenas de miles de personas abarrotaron el centro de Londres este sábado 21 de junio, marchando desde Russell Square hasta Whitehall para reclamar el fin de las ventas de armamento británico a Israel. El río humano, teñido de banderas palestinas y carteles contra la guerra, colapsó las arterias del West End durante casi cuatro horas.
Según la agencia EFE, la movilización bautizada como “Marcha Nacional por Palestina” avanzó entre cánticos de “From the river to the sea” y consignas que señalaban al primer ministro Keir Starmer como cómplice, al permitir licencias de exportación militar. La ruta terminó frente a Downing Street, rodeada de un fuerte dispositivo policial.
La tensión subió a la altura de The Strand cuando un centenar de contramanifestantes del grupo proisraelí “Stop The Hate” apareció en sentido contrario. La Policía Metropolitana instaló barreras para separar a ambos bandos, pero un manifestante lanzó una botella que acabó con un arresto y, según la prensa local, ocho detenciones más por desórdenes públicos.
Detrás del malestar hay cifras que pesan. Un estudio revelado en mayo demuestra que, pese a la suspensión “temporal” de licencias anunciada en septiembre pasado, Reino Unido envió más de 500 000 £ en piezas militares a Israel, incluidas partes de vehículos blindados. La Comisión de Control de Exportaciones de la Cámara de los Comunes citará a ministros la próxima semana para explicar por qué, solo en 2024, se aprobaron permisos individuales por 61 millones £ en tecnología bélica, desde sistemas de puntería hasta repuestos de aeronaves.
En el trasfondo económico, el intercambio bilateral también sufre turbulencias: los datos oficiales muestran que las exportaciones totales del Reino Unido a Israel cayeron 4,9 % interanual, hasta 3 200 millones £ en 2024, con un desplome de casi 11 % en bienes físicos.
La indignación ciudadana crece a la par de la escalada militar. Mientras los londinenses marchaban, Israel anunciaba nuevos bombardeos sobre instalaciones iraníes en Juzestán y la muerte de un comandante de la Guardia Revolucionaria, en represalia por ataques con drones y misiles balísticos que Teherán lanzó esta semana. Los organizadores del mitin aprovecharon el momento para vincular ambas crisis “Cada misil que cae en Gaza o en Irán tiene sello británico si nuestros gobiernos siguen firmando permisos”, gritó al megáfono una portavoz de la Palestine Solidarity Campaign.
A 20 años de la histórica marcha contra la guerra de Irak, la avenida Whitehall vuelve a ser termómetro de la opinión pública. Entonces fue Tony Blair; hoy el laborista Keir Starmer camina por la misma cuerda floja. La presión viene tanto de la calle como de sus propias filas, conscientes de que un giro en la política de exportaciones podría convertirse en prueba de fuego sobre su compromiso con los derechos humanos.
Por ahora, Downing Street guarda silencio. Pero si la marea humana de Russell Square se repite, el gobierno tendrá que decidir si sostiene sus contratos militares o escucha la voz cada vez más alta que retumba en las aceras de Londres.