Rafah Ejército israelí mata civiles en fila de comida y crece furia

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Rafah amaneció con otro listado de muertos al menos seis palestinos recibieron disparos cuando aguardaban su ración de harina a la orilla de la calle Tal Sultan, en el extremo sur de la Franja de Gaza. Testigos relataron que los soldados abrieron fuego sin previo aviso contra una cola de varios centenares de personas que trataban de alcanzar los centros de reparto instalados en plena zona de combate. El episodio llega menos de 24 horas después de que otros cuatro civiles cayeran en circunstancias casi idénticas, lo que confirma un patrón de violencia que no cesa alrededor de los nuevos puntos de ayuda humanitaria.

Según la agencia española EFE, la morgue del hospital Al-Kuwaiti ya certificó seis fallecidos y varios heridos graves. Los familiares de las víctimas aseguran que ninguno portaba armas ni vestía uniforme alguno; simplemente intentaban llevar algo de comida a casa tras meses de asedio y escasez.

El Ejército israelí, consultado por distintos medios, mantiene que disparó “advertencias” contra “sospechosos” que se acercaron demasiado a sus posiciones. Sin embargo, imágenes verificadas y declaraciones de paramédicos contradicen la versión castrense: los impactos de bala principalmente en cabeza y torso demuestran, a juicio de personal médico, “fuego a matar” y no simples tiros disuasorios.

El polémico papel de la GHF

Esta última masacre vuelve a poner el foco sobre la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), el mecanismo privado respaldado por Israel y Estados Unidos que sustituyó, de facto, el sistema de distribución coordinado por la ONU. Desde que la GHF abrió sus primeros tres complejos hace dos semanas, más de un centenar de gazatíes han muerto en las filas de espera, según datos del Ministerio de Salud de Gaza y de la propia Hamás. Organizaciones como OCHA y Médicos Sin Fronteras califican los centros de “trampas mortales” y advierten que obligan a la población a desplazarse por zonas militarizadas, violando el principio humanitario de neutralidad.

La fundación afirma haber distribuido 1,15 millones de raciones solo el domingo y dice estar probando un modelo “puerta a puerta” para reducir aglomeraciones. No obstante, Reuters reveló que Washington sopesa inyectarle decenas de millones de dólares pese a las críticas, lo que ha desatado un agrio debate en el Congreso estadounidense sobre la “privatización” de la ayuda.

Clanes armados y acusaciones cruzadas

La inseguridad se complica con la aparición de grupos locales, como las autodenominadas “Fuerzas Populares” lideradas por Abu Shabad, señalados de saquear camiones de víveres ante la pasividad o la connivencia de las tropas israelíes. La semana pasada, el exministro Avigdor Liberman aseguró que Israel está entregando armas a “clanes favorables” para erosionar el control de Hamás, una estrategia que el Gobierno de Benjamín Netanyahu no desmintió. Expertos israelíes advierten que esa política puede desatar una guerra entre facciones y, a la larga, volverse contra Tel Aviv.

Una crisis que no afloja

Con la guerra entrando en su vigésimo mes, el balance de víctimas ronda ya las 54 000 muertes palestinas y 10 000 heridos israelíes, además de la destrucción de casi la mitad del parque habitacional gazatí. Los corredores humanitarios gestionados por la ONU permanecen cerrados desde marzo, cuando Israel vetó toda entrada de convoyes independientes. El Comité de la ONU para los Derechos del Pueblo Palestino pidió la semana pasada el restablecimiento inmediato de un mecanismo neutral de ayuda y calificó la situación en Gaza de “catástrofe inducida”.

Mientras la diplomacia discute y los camiones siguen retenidos en Kerem Shalom, los gazatíes se juegan la vida por una bolsa de harina. “Si no vas, tu familia no come; si vas, quizá no regreses”, resume Mohamed Madi, uno de los supervivientes de la balacera de esta madrugada. Una frase que podría convertirse en epitafio de una Gaza hambrienta, sitiada y cada día más sola.

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