Una sacudida se sintió este lunes en Westminster cuando el primer ministro Keir Starmer anunció en Glasgow que el Reino Unido pasará del “estar listos” al “estar en pie de guerra”, modificando de raíz la doctrina de defensa británica. El mensaje no fue retórico: el país se dispone a rearmarse como no lo hacía desde la Guerra Fría.
Según la agencia EFE, Starmer describió un cóctel de amenazas “más graves, inmediatas e impredecibles” que nunca, con Rusia al frente, capaz de golpear tanto con misiles hipersónicos como con trolls cibernéticos. Esa lectura coincide con la alerta que comparte la OTAN sobre la presión rusa en el flanco oriental y en el ciberespacio.
La pieza central de la revisión es la apuesta por una “fuerza de combate más integrada, más preparada y más letal”. Para aterrizar la consigna, Downing Street confirmó la construcción de hasta doce submarinos de ataque SSN-AUKUS, el corazón de la disuasión bajo el mar, y una inyección de 15 000 millones de libras en ojivas nucleares. A esto se suman seis nuevas fábricas de municiones y un lote de 7 000 misiles de largo alcance de sello británico.
En el aire, la RAF incorporará drones de enjambre y aeronaves con inteligencia artificial para “multiplicar por diez” la letalidad antes de 2035. El Ejército, por su parte, migrará a unidades modulares capaces de desplegarse en cuestión de horas, integrando datos en tiempo real desde satélites comerciales y fuentes abiertas. No es casual el Kremlin ha demostrado en Ucrania la ventaja de fusionar artillería clásica con geolocalización vía Starlink hackeado y enjambres de UAV baratos.
El plan defensivo llega con una factura política. Starmer mantiene la promesa laborista de elevar el gasto militar al 2,5 % del PIB en 2027, con la vista puesta en el 3 % “cuando las cuentas cuadren”. Hoy el Reino Unido gasta alrededor del 2,3 %, ya por encima de la media aliada, pero la Casa de los Comunes exige saber de dónde saldrá el dinero sin recortar sanidad ni educación.
Fuera del Parlamento, la reacción fue dispar. La industria militar británica celebró contratos que aseguran empleo en Barrow-in-Furness y en la cadena de misiles de Stevenage. En cambio, organizaciones pacifistas tildaron la hoja de ruta de “grotesca” por blindar cabezas nucleares mientras suben los precios de la energía. Al mismo tiempo, aliados bálticos aplaudieron la decisión, presionando a Berlín y París para acelerar sus propios programas.
En clave estratégica, el Reino Unido se posiciona como pilar atlántico del pacto AUKUS junto a EE. UU. y Australia y como bisagra con Europa tras el Brexit. La revisión deja claro que “nunca lucharemos solos”, pero advierte que la mejor disuasión es demostrar músculo antes de que Moscú o Pekín pongan a prueba los límites.
¿Qué cambia en la práctica?
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Submarinos SSN-AUKUS
Más sigilosos, con misiles de crucero y capacidad de ataque terrestre. -
Innovación acelerada
Fondos para IA militar, ciberdefensa ofensiva y sensores cuánticos. -
Reserva ciudadana
Campaña para que profesionales de tecnología y sanidad reciban formación dual y puedan ser movilizados en crisis. -
Cadena industrial resiliente
Seis fábricas de munición “a prueba de cuellos de botella” y contratos plurianuales para PYMES del sector defensa.
Lo que falta por despejar
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Financiación detallada: Hacienda presentará en otoño un paquete fiscal; los conservadores exigen cifras concretas.
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Calendario de entrega: el primer submarino SSN-AUKUS no navegará antes de 2032; la ventana de riesgo es la próxima década.
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Coordinación OTAN-UE: Londres promete interoperabilidad total, pero Bruselas alerta de solapamientos costosos.
Lectura dominicana
Para los que vemos la geopolítica desde el Caribe, el movimiento británico confirma que la carrera armamentista va en tercera y sin retrovisor. Mientras Washington pivota al Indo-Pacífico y Europa fortalece su flanco norte, las economías emergentes deberán hilar fino diversificar socios, proteger infraestructuras críticas y no quedar atrapadas en un fuego cruzado que ya dejó de ser hipotético.
En resumen, el Reino Unido vira su brújula estratégica hacia la disuasión total, apostando a que exhibir capacidad de guerra es el precio para comprar paz. Falta ver si el tesoro público aguanta el pulso y si los votantes respaldan la factura. Por ahora, Downing Street envía un mensaje claro “prepárate para lo peor y espera lo mejor”aunque lo mejor, como sabemos los caribeños, nunca está garantizado.