ESTAMBUL. Bajo la mirada atenta de las capitales occidentales y de Moscú, los negociadores de Rusia y Ucrania regresaron este lunes al histórico Palacio Çırağan, a orillas del Bósforo, para una nueva ronda de conversaciones directas que busca abrir una pausa real al fuego y, con suerte, encarrilar un alto el fuego más duradero.
Según la agencia EFE, ambas delegaciones llegaron con carpetas cargadas de propuestas y, sobre todo, con el precedente del intercambio de prisioneros pactado el 16 de mayo: un gesto que, aunque simbólico, permitió desentumecer un diálogo congelado desde finales de 2024.
El anfitrión, el canciller turco Hakan Fidan, abrió la sesión pidiendo “aprovechar esta ventana” y deslizó que Ankara prepara el terreno para un eventual cara a cara entre Vladímir Putin y Volodímir Zelenski. De momento, la agenda se centra en un cese de hostilidades de al menos 72 horas en los puntos más calientes del frente oriental y en la hoja de ruta de un intercambio masivo de cautivos.
Un canje sin precedentes
Las dos partes acordaron, en principio, liberar a todos los soldados heridos graves o de entre 18 y 25 años y repatriar 6 000 cadáveres por bando. El ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umérov, lo describió como “un compromiso humanitario que no admite demoras”.
En Kiev se celebra la noticia, pero se insiste en que el gesto no puede sustituir a un alto el fuego integral. Moscú, por su parte, lo vende como prueba de “buena voluntad”, aunque sigue exigiendo garantías de seguridad y el levantamiento progresivo de sanciones.
EE. UU. vuelve al ruedo
La peculiaridad de esta cita es el respaldo explícito de Washington. El equipo de política exterior de Donald Trump, de nuevo en la Casa Blanca, presiona para mostrar resultados ante un electorado cansado de la guerra y preocupado por los precios de la energía. El propio Fidan reconoció que el “empuje estadounidense abre una nueva ventana de oportunidad”.
Turquía, árbitro con intereses cruzados
Para Ankara, la mediación no es filantropía preservar las rutas del grano del mar Negro y mantener a raya la volatilidad del petróleo es vital para una economía que se tambalea entre la inflación y la devaluación. Además, el presidente Recep Tayyip Erdogan cosecha capital político al presentarse como el único líder de la OTAN que puede sentar a rusos y ucranianos en la misma mesa.
Escollos sobre la mesa
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Mapa del frente. Kiev exige la retirada rusa al menos a las líneas previas a 2022, mientras Moscú defiende sus anexiones.
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Garantías internacionales. Ucrania propone un paraguas de seguridad de varios países de la OTAN; el Kremlin lo rechaza de plano.
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Reconstrucción y sanciones. Occidente supedita el alivio de sanciones a compromisos verificables; Rusia exige flexibilidad inmediata para no agravar su recesión.
¿Qué tan cerca está la paz?
Analistas del International Crisis Group recuerdan que las treguas “localizadas” han durado, en promedio, menos de una semana durante los últimos tres años. Sin embargo, la regularidad de estos encuentros, el hambre de reconstrucción de Ucrania y las urgencias económicas de Rusia podrían, por primera vez, alinearse.
Si las partes logran sostener un alto al fuego parcial y amplían los canjes de prisioneros, Turquía planea convocar una “cumbre de líderes” antes de que termine junio. Queda por verse si el calendario resiste la presión militar en el Donbás y los bombardeos de drones que ya forman parte del paisaje nocturno.
Por ahora, Estambul vuelve a ser el punto cero de la esperanza un puente entre Oriente y Occidente donde los acuerdos aún son de papel, pero al menos existen. Y, como recordó Fidan, “mientras se hable, no se dispara”.