En medio del fuego cruzado que mantiene a Oriente Medio en vilo, el ayatolá Alí Jameneí habría blindado la línea de mando de la República Islámica desde un búnker, el líder supremo de 86 años y epicentro del poder iraní desde 1989 ordenó que, si llegase a fallecer en un bombardeo israelí o estadounidense, la Asamblea de Expertos elija sin dilación a su reemplazo entre tres clérigos que él mismo designó.
Según la agencia EFE, que recoge informaciones del The New York Times y de tres altos funcionarios iraníes, la instrucción llegó como medida de emergencia mientras Teherán e Israel intercambian misiles por primera vez de manera abierta. El mensaje es meridiano la sucesión no puede quedar al azar ni convertirse en un segundo frente de desgaste para el sistema.
La maniobra revela dos urgencias. Primero, la preocupación real de Jameneí por su seguridad personal tras los recientes bombardeos israelíes contra centros nucleares y bases aéreas iraníes. Segundo, la necesidad de garantizar que la revolución conserve su cohesión en el peor escenario: la muerte súbita de su guía espiritual y político.
¿Quiénes son los posibles herederos?
Aunque los nombres permanecen clasificados, diplomáticos consultados por la BBC Persian y el Carnegie Endowment especulan con tres perfiles:
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Mojtaba Jameneí – Hijo del líder supremo, clérigo de 55 años, con influencia entre los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI).
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Alí Rezaei – Ayatolá y exjefe judicial, visto por el estamento militar como un continuista firme.
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Ebrahim Raïssi – Presidente de la República hasta 2024, con redes en la judicatura y la Fundación Astan Quds Razavi.
Estos candidatos cumplen el requisito constitucional de la máxima jerarquía religiosa (marŷa-e-taqlid) y, sobre todo, dan tranquilidad al CGRI, verdadero árbitro del poder duro iraní.
Una transición meditada desde 2016
Los analistas recuerdan que Jameneí lleva casi una década preparando su relevo. En 2016 impulsó discretamente enmiendas para que la Asamblea de Expertos 88 clérigos electos pudiese sesionar de urgencia “en caso de martirio del líder”. La lista corta que ahora se revela sería la culminación de esa estrategia limitar el debate a figuras leales para evitar alianzas improvisadas entre pragmáticos y reformistas, minoría hoy en retirada tras la represión de las protestas de 2022.
Presión externa y cálculo interno
Israel ha sugerido que “neutralizar” al líder supremo cortaría de raíz la cadena de mando de Hezbollah, Hamás y las milicias hutíes. Estados Unidos, por su parte, se reserva la opción de unirse a los ataques “si Irán acelera hacia un arma nuclear”, declaró el expresidente Donald Trump al Times; aunque en Washington muchos estiman que un asesinato selectivo abriría una caja de Pandora estratégica.
Desde Teherán, portavoces del CGRI han advertido que la muerte de Jameneí se pagaría con una “guerra sin cuartel” en todo el Golfo. Esa narrativa interna convierte la sucesión en cuestión de supervivencia nacional, no de simple protocolo político.
¿Qué tan sólida es la hoja de ruta?
La Asamblea de Expertos puede ratificar a un sucesor en cuestión de horas, pero también posee la facultad de designar un Consejo de Liderazgo colectivo si no halla consenso. Sin embargo, fuentes cercanas al ex-presidente Hasan Rouhaní indican que el entorno militar presiona para evitar cualquier colegiado que diluya el mando sobre las Fuerzas Armadas.
Impacto regional inmediato
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Mercados de energía: el Brent subió 4 % la semana pasada ante el riesgo de un vacío de poder que paralice las exportaciones iraníes.
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Eje de Resistencia: Hezbollah y las milicias iraquíes prometen “respuesta simétrica” si Jameneí cae, lo que multiplicaría la escalada.
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Diálogo nuclear: la Unión Europea teme que un líder más radical entierre para siempre el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA).
Aunque el escenario extremo sigue siendo solo posibilidad, la revelación pública de la lista fortalece la imagen de un Estado que, incluso bajo ataque directo, se autopercibe preparado para la continuidad. Para los adversarios de Irán, la señal es ambivalente ejecutar una decapitación estratégica podría no desarticular al régimen, sino galvanizarlo tras un nuevo rostro.
Mientras tanto, la guerra de misiles cruza una fase sin precedentes. Y, como repite la prensa iraní alineada con el poder, “la nación no será decapitada si su cabeza ya ha dispuesto otra”.