Un sismo de magnitud 6,2 estremeció este 23 de abril a Estambul a las 12:49 p. m. (09:49 GMT). El epicentro se localizó en la falla del mar de Mármara, a unos 20 kilómetros al sur de Silivri, y a casi 60 kilómetros del centro histórico de la ciudad. Aunque no se reportan derrumbes de gran envergadura, el movimiento se sintió en buena parte del oeste de Turquía y disparó el pánico entre millones de residentes, que salieron a las calles temiendo lo peor.
Según la agencia EFE, las primeras inspecciones oficiales confirmaron que aeropuertos, puentes, autopistas y la red de metro operan sin daños estructurales. El Ministerio de Infraestructuras turco detalló que los sistemas de transporte fueron revisados en cuestión de minutos, reforzando la confianza en los protocolos de respuesta rápida.
Las autoridades sanitarias contabilizaron 151 personas heridas la mayoría por caídas o saltos precipitados desde balcones y el colapso de un edificio abandonado en el lado europeo, sin víctimas mortales.El miedo ha sido amplificado por al menos seis réplicas superiores a magnitud 4 registradas durante las dos horas posteriores al sismo principal, lo que empujó a varios municipios a habilitar parques y escuelas como refugios temporales.
Especialistas locales, entre ellos el sismólogo Naci Görür, advierten que el evento incrementa la presión sobre los segmentos norte y central de la falla de Anatolia, recordando la probabilidad “alta, pero imposible de fechar” de un terremoto mayor. El contexto preocupa porque, de los 1,2 millones de edificaciones de Estambul, unas 90 000 podrían colapsar si la magnitud alcanzara 7,5, de acuerdo con estudios del Ayuntamiento y análisis posteriores al devastador terremoto de febrero de 2023 en el sureste del país.
La sacudida llegó en pleno Día Nacional de la Soberanía y del Niño; las celebraciones oficiales en Sakarya y otras provincias del Mármara fueron canceladas por precaución. La coincidencia con un feriado evitó la presencia de escolares en aulas, así que el cierre extraordinario de centros educativos se limita, de momento, a inspecciones técnicas de rutina.
Mientras el presidente Recep Tayyip Erdoğan supervisa las labores desde Ankara, la agenda sísmica pasa factura a la política local: el programa masivo de reforzamiento de estructuras, impulsado en 2022 por la municipalidad de Estambul, afronta retrasos de financiación que hoy lucen más urgentes que nunca. Fuentes del sector de la construcción afirman que más de 260 000 edificios necesitan intervenciones “críticas” para resistir un escenario 7+.
Ingenieros consultados subrayan avances en sensores de alerta temprana y en nuevas normas antisísmicas obligatorias desde 2019, pero admiten que el ritmo de renovación “no da abasto” frente al crecimiento inmobiliario de las últimas dos décadas. La resiliencia urbana, insisten, depende también de campañas públicas sostenidas que eduquen sobre evacuación segura y reduzcan las lesiones causadas por el pánico, como las registradas hoy.
Aún sin daños catastróficos, la sacudida funciona como un recordatorio serio de que la metrópolis más poblada de Europa vive sentada sobre una línea de tiempo sísmica impredecible. Las próximas horas serán clave para evaluar microfracturas y reforzar la confianza ciudadana. Por ahora, Estambul respira aliviada, pero la conversación sobre prevención vuelve al primer plano y no es jugando.