Tiananmen Taipéi conmemora masacre y planta cara a Pekín

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Bajo una lluvia persistente y un mar de paraguas, cientos de jóvenes profesionales y estudiantes taiwaneses se reunieron anoche frente al Salón Conmemorativo de Chiang Kai-shek para honrar a las víctimas del 4 de junio de 1989. Hubo 64 segundos de silencio uno por cada día de protesta en Pekín y un mensaje claro: la memoria histórica no se negocia, ni siquiera bajo amenaza.

Según la agencia EFE, los organizadores denunciaron correos y cartas intimidatorias, e incluso un aviso de bomba que obligó a rastrear sin éxito las oficinas del Yuan Ejecutivo. Lejos de amedrentarse, la Nueva Escuela para la Democracia calificó las amenazas de “ataque frontal” contra la libertad de reunión y mantuvo el acto sin alterar un solo minuto.

El presidente William Lai reforzó el tono desafiante al recordar en Facebook que “los regímenes autoritarios apuestan al olvido, las democracias al recuerdo”. El mensaje, dirigido a Pekín, llega apenas dos semanas después de su investidura y deja claro que la nueva administración no piensa rebajar la voz cuando se trata de derechos humanos.

Mientras tanto, el opositor Kuomintang, siempre dispuesto a tender puentes con China continental, respaldó la vigilia y advirtió que la democracia “no puede retroceder”, evidenciando que, al menos en esta fecha, el consenso partidario es posible.

Fuera de la isla, Hong Kong vivió otra realidad: patrullas reforzadas, detenciones exprés y el famoso Victoria Park vigilado por drones y agentes de paisano. Diez personas fueron llevadas a comisaría por “alterar el orden público” sólo por encender velas o portar carteles con la fecha prohibida.

Washington también entró al ruedo. El secretario de Estado, Marco Rubio, declaró que “el mundo no olvidará” la masacre, palabras que provocaron una queja formal de la Cancillería china, que acusó a EE. UU. de “distorsionar los hechos históricos”. Pekín replicó el mismo libreto con Taipéi: calificó la vigilia de “provocación separatista” y advirtió de “consecuencias”, sin hacer mención al fallido amago de bomba.

El contraste no puede ser más elocuente: mientras en la ex colonia británica la policía confisca velas, en Taipéi la gente las alza como símbolo de identidad democrática. Ese espejo incómodo alimenta la desconfianza taiwanesa hacia cualquier propuesta de “reunificación pacífica” y refuerza la narrativa de una isla que maneja sus propios tiempos y reglas.

Treinta y seis años después, la cifra de muertos en Tiananmen sigue siendo un misterio se habla de cientos, quizás miles, pero la batalla por la memoria está viva. Y si algo quedó claro anoche en el corazón de Taipéi es que, frente a tanques o amenazas digitales, la llama del recuerdo se mantiene encendida.

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