Washington. El presidente Donald Trump cesó de un plumazo a varios integrantes del Consejo del Museo del Holocausto de Estados Unidos designados por su antecesor Joe Biden, entre ellos Doug Emhoff, esposo de la ex vice- presidenta Kamala Harris y figura clave en la lucha contra el antisemitismo.
Según despachos de la agencia EFE, los afectados recibieron un correo firmado por la Oficina de Personal Presidencial notificándoles que su puesto “quedaba terminado, con efecto inmediato”. La medida alcanza al exembajador Alan Solomont y a antiguos altos cargos de la Casa Blanca como Ron Klain y Susan Rice, todos nombrados entre 2023 y enero de 2025.
Emhoff deploró la decisión con una frase que retumbó en la prensa mundial “La conmemoración del Holocausto nunca debe politizarse; hacerlo deshonra la memoria de seis millones de judíos”. Su crítica fue recogida por The Washington Post y otras cadenas, que subrayaron que el ex segundo caballero había sido nombrado apenas tres meses atrás para un mandato de cinco años.
La portavoz presidencial Karoline Leavitt respondió que Trump “nombrará personas firmes en la defensa de Israel”, insistiendo en que el Consejo 55 de cuyos 68 miembros dependen del Ejecutivo seguirá “honrando a las víctimas”.
El revuelo no es aislado. En sus primeros cien días de este segundo mandato, Trump purgó también la junta del Centro Kennedy y firmó una orden para retirar lo que llamó “ideología antiestadounidense” del Instituto Smithsonian, actos que juristas y legisladores opositores consideran parte de una estrategia de “control cultural” de Washington.
¿Qué hay detrás?
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Precedente político. Aunque los presidentes suelen renovar consejeros afines, expulsar en bloque a designados de la administración previa rompe el pacto tácito de dejar reposar los museos y centros culturales en terreno neutro.
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Batalla legal latente. La Corporación para la Radiodifusión Pública (CPB) demandó a la Casa Blanca por maniobras similares. Expertos en derecho administrativo advierten que el Museo del Holocausto, como entidad federal con financiamiento mixto, podría convertirse en el próximo campo de litigio si los cesados alegan abuso de poder.
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Riesgo reputacional. Organizaciones como la Anti-Defamation League advierten que politizar la memoria del genocidio erosiona la credibilidad de EE.UU. en la lucha global contra el antisemitismo, justo cuando los incidentes de odio marcaron su cifra más alta en tres décadas, según estadísticas del propio museo.
El Consejo destituido apenas había celebrado una reunión semestral. Dentro de sus atribuciones figuran aprobar exhibiciones, coordinar programas educativos con 50 estados y gestionar las donaciones privadas que completan el presupuesto federal, cuyo recorte del 6 % propone ahora la Casa Blanca. Para analistas consultados, modificar su composición tan temprano coloca a la institución en un limbo operativo justo cuando la demanda de visitas superó los dos millones anuales por primera vez desde la pandemia.
En la práctica, la disputa trasciende la lista de 68 nombres se juega la autonomía de uno de los faros morales de la capital. Mientras tanto, las víctimas y sobrevivientes testigos cada vez más escasos observan con preocupación cómo la memoria colectiva del Holocausto se convierte, otra vez, en arma arrojadiza dentro del tablero político de los Estados Unidos.