El presidente estadounidense, Donald Trump, volvió a cargar contra el titular de la Reserva Federal, Jerome Powell, a quien rebautizó como “Too Late” y calificó de “desastre” por no reducir a tiempo los tipos de interés. Desde su red Truth Social, el mandatario insistió en que el costo de la deuda pública “debería ser mucho más bajo” y que el banco central debería “recortar drásticamente” para aliviar a hogares y empresas.
Según la agencia EFE, Trump argumenta que la inflación “prácticamente ha desaparecido” y que no hay razón para que Estados Unidos se quede atrás frente a Europa, donde la política monetaria se ha vuelto decididamente más flexible.
La comparación no es casual el Banco Central Europeo (BCE) encadena siete recortes consecutivos y acaba de colocar la tasa de depósito en 2 %, una estrategia que, según el consejero letón Martins Kazaks, empieza a agotar su margen de maniobra.
Con ese telón de fondo, la Fed mantiene su rango objetivo en 4,25 %-4,5 %, el nivel más alto desde 2007. Mientras tanto, la inflación anual estadounidense se enfrió a 2,3 % en abril, su punto más bajo de los últimos cuatro años. Estos datos refuerzan el argumento de Trump de que aún hay espacio para aliviar la carga financiera antes de la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto, programada para el 17 y 18 de junio.
La presión política sobre Powell no es nueva durante su primer mandato, Trump llegó a coquetear con la idea de destituirlo, pese a que la ley resguarda la independencia de la Fed. Hoy, ya en campaña para noviembre, el presidente agita de nuevo el debate sostiene que un recorte inmediato bajaría los costos de endeudamiento de la deuda pública y estimularía la inversión privada, mientras que un retraso “le cuesta una fortuna al país”.
En Europa, sin embargo, el propio Kazaks advierte que es hora de “guardar pólvora” ante la incertidumbre global y la posible volatilidad que podrían generar las políticas económicas de Estados Unidos. Esa cautela contrasta con la impaciencia del mandatario norteamericano y subraya la divergencia entre ambas orillas del Atlántico.
Queda por ver si los miembros del FOMC cederán a la presión política o mantendrán su hoja de ruta las proyecciones internas apuntan a “una o dos bajadas” antes de fin de año, pero solo si los datos lo justifican. Powell, un veterano de la ortodoxia monetaria, ha repetido que las decisiones se toman “reunión por reunión”, lejos del ruido electoral.
Para los mercados, el pulso Fed-Casa Blanca añade un grado extra de volatilidad un recorte prematuro podría abaratar el crédito y dar oxígeno a las bolsas, pero también avivar las voces que alertan de burbujas en sectores como la vivienda o la tecnología. En el tablero político, Trump apuesta a presentarse como el defensor del bolsillo del votante, mientras Powell se aferra a la idea de que la independencia de la Fed es el último dique contra la inflación desbocada.
De aquí al 18 de junio, cada dato de empleo y cada declaración de un gobernador de la Fed será analizado al milímetro. Si la institución cede y recorta, Trump celebrará la victoria; si aguanta, el choque entre la Avenida Pensilvania y la calle Constitución promete subir de tono.