El humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina ya no es la única señal que marca el pulso de un cónclave. Desde drones que sobrevuelan la plaza de San Pedro hasta un enjambre de cámaras robotizadas, la Santa Sede ha convertido la elección del próximo papa en un auténtico fenómeno multiplataforma que atrapa a miles de fieles y curiosos en tiempo real.
Según la agencia EFE, Roma amaneció con más de 65 000 personas pegadas al canal de YouTube de Vatican News mientras los 133 cardenales celebraban su segunda votación a puerta cerrada. Aunque el plano de la chimenea es fijo y apenas lo rompe la aparición ocasional de una gaviota, el pico de audiencia rozó los 70 000 espectadores cuando la segunda fumata negra se elevó a las 11:50 hora local.
Un “set” de cine al servicio de la fe
La Iglesia lleva siglos cuidando la liturgia, pero ahora suma el lenguaje visual del streaming grúas, travellings y drones que barren las cúpulas berninianas para ofrecer imágenes con estética de superproducción. Las pantallas gigantes instaladas en la plaza multiplican el dramatismo minuto a minuto, mientras la Radio Vaticana narra el suspense en once idiomas y las redes sociales distribuyen clips y tomas aéreas al segundo.
Ese músculo tecnológico no es un capricho el Vaticano sabe que la batalla por la atención digital es tan dura como la de cualquier medio de comunicación secular. No en vano, cerca del 20 % de la población adulta en Estados Unidos todavía se identifica como católica, una cifra que Pew Research Center considera estable desde hace más de una década. Mantener a ese público y conquistar al que se aleja exige nuevos formatos.
Comparado con el 2013, la audiencia se disparó
En el cónclave que eligió a Francisco (2013), Twitter registró unos seis millones de tuits con la etiqueta #HabemusPapam. Hoy la conversación se ha expandido a TikTok, Twitch y plataformas emergentes de realidad virtual. Universidades católicas de EE. UU., como la de St. Thomas en Houston, organizan “watch parties” para estudiantes de la Generación Z, quienes compaginan exámenes finales con vigilias y misas transmitidas por pantalla gigante. El Vaticano capitaliza ese fervor juvenil ofreciendo señal limpia, apta para ser redistribuida sin restricciones de copyright.
Riesgos de la espectacularización
La cobertura cinematográfica, sin embargo, plantea interrogantes. ¿Corre la Iglesia el riesgo de convertir un momento esencialmente espiritual en un espectáculo? Liturgistas advierten que la estética no debe eclipsar el silencio contemplativo que pide la tradición. Además, la dependencia de tecnologías externas drones, plataformas privadas, algoritmos deja a la Santa Sede expuesta a eventualidades técnicas o decisiones corporativas que escapan a su control.
Oportunidad de evangelización digital
Del otro lado de la moneda, este despliegue mediático es una ventana para predicar en la plaza pública más grande del planeta Internet. Comunicar la riqueza artística de la Sixtina, explicar el simbolismo del Veni Creator o traducir en tiempo real las letanías al lenguaje de la cultura pop abre la puerta a quienes jamás pisarán Roma. Ese salto de escala es vital en un momento en que, según el mismo Pew, el 29 % de los estadounidenses se declara hoy “religiosamente no afiliado”, un bloque que crece sobre todo entre menores de 30 años.
Lo que viene después de la fumata blanca
Cuando el humo cambie a blanco y lo hará tarde o temprano, la misma red de cámaras acompañará al nuevo pontífice en su primera aparición por el balcón central de la basílica. Pero la verdadera prueba llegará después ¿podrá el sucesor de Francisco sostener en el tiempo la atención conquistada? Una audiencia global, acostumbrada al formato on-demand, exigirá mensajes claros, gestos audaces y presencia constante en los foros digitales donde se debate la fe, la ética y la política.
Mientras tanto, el Vaticano seguirá afinando su “estudio de televisión” a cielo abierto. Porque en pleno 2025, la máxima “Roma locuta, causa finita” tiene ahora una segunda parte “Roma streameada, mundo conectado”. Y si algo ha demostrado este cónclave es que la Iglesia, lejos de replegarse, está dispuesta a jugar en la primera división de la comunicación global, sin perder de vista así lo esperan los fieles que el corazón del espectáculo sigue siendo la búsqueda del Espíritu Santo.