Zelenski rechaza ultimátums rusos y pedirá armas en el G7

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Volodímir Zelenski aterrizó en Viena con un mensaje llano Ucrania quiere la paz, pero no a costa de su soberanía. Antes de volar a la cumbre del G7 en Canadá, el presidente ucraniano subrayó que no aceptará las condiciones “de rendición disimulada” que Moscú intenta imponer y avisó de que los combates seguirán si el Kremlin no retira esas exigencias.

Según la Agencia EFE, el mandatario compareció junto al presidente austríaco, Alexander van der Bellen, para agradecer la ayuda humanitaria de Viena y pedir que su neutralidad no se confunda con indiferencia. El jefe de Estado austríaco respondió condenando la invasión rusa y respaldando las sanciones europeas pese a la imposibilidad legal de suministrar armamento.

En la hoja de ruta que Zelenski lleva al G7 figura un pedido de sanciones “más incisivas” contra Rusia y, sobre todo, la autorización de Donald Trump para adquirir un nuevo paquete de armas de fabricación estadounidense. El propio Zelenski aclaró que no se trata de donaciones, sino de una compra que Kiev considera urgente para blindar su defensa aérea antes del invierno.

El contexto lo exige solo en lo que va de 2025 los miembros de la UE han comprometido más de 23 000 millones de euros en apoyo militar a Ucrania, una cifra récord que muestra que la guerra ya no es un asunto regional sino un test de credibilidad para Occidente.

Austria, por su parte, mantiene cerrada la puerta a la exportación de armas, pero ha canalizado más de 300 millones de euros en ayuda humanitaria, además de apoyar programas de desminado y la repatriación de menores ucranianos deportados. Para Zelenski, ese respaldo “cívico” puede ser tan decisivo como los proyectiles, porque legitima internacionalmente la causa ucraniana.

Sin embargo, la visita no estuvo exenta de ruido interno. El ultranacionalista FPÖ, primera fuerza opositora y abiertamente cercano a Moscú, volvió a criticar la presencia de Zelenski en territorio austríaco, tal como lo hizo en 2023 cuando sus diputados abandonaron el Parlamento durante una intervención del líder ucraniano.

Ese pulso diplomático llegará ahora a Banff, donde la cumbre del G7 encara un clima marcado por la guerra en Oriente Medio y las tensiones comerciales desatadas por Trump. Para Kiev, el reto es doble mantener la unidad occidental y evitar que la fatiga de guerra erosione el apoyo financiero. La propuesta de Zelenski de un alto el fuego temporal de un mes para abrir negociaciones podría ganar tracción si consigue que Washington endurezca las sanciones y que la UE cierre grietas en su frente interno.

El cálculo en Kiev es claro cada día sin un acuerdo real cuesta vidas y recursos, y cuanto más dure el conflicto, más se encarece la reconstrucción. Con la mirada puesta en Canadá, Zelenski apuesta a que un paquete de defensa “comprado, no regalado”, combinado con sanciones petroleras más agresivas, obligue al Kremlin a negociar sin ultimátums. Lo que ocurra en Banff será, pues, un termómetro de la capacidad de Ucrania para alinear a sus aliados y de la voluntad de Occidente para sostener el esfuerzo hasta que Moscú acepte que la paz no puede construirse sobre la capitulación del agredido.

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